lunes, 11 de abril de 2011

Serás lo que debas ser

En un principio quise ser médico.

Después me di cuenta que no quería ser médico, quería ser alguien que quisiera ser médico. Seguí con esa idea un tiempo, pero luego entendí que ese razonamiento no me llevaría a ningún lugar.

Después quise ser pintor.

Seguí queriendo serlo hasta que entendí que no bastaba con querer ser pintor. Tarde o temprano, habría que serlo. Y yo bien sabía que mis dotes como pintor sólo llegaban, incluso con dificultad, al plano del pensamiento. Quería ser un buen pintor, y fui muy bueno queriendo ser un buen pintor, pero nunca saldría de allí, eso estaba claro.

Entonces no quise ser más nada, o por lo menos, desistí en la absurda idea de querer ser, para entrar, esta vez más maduro, al simple hecho de ser. Y así fue que fui. Y fui abogado. Fui abogado sin querer, y sin querer también tuve hijos. Ser sin querer funcionó toda mi vida. Seguí siendo y haciendo todo sin querer.

Ahora vuelven recuerdos de cuando era alguien que quería ser otro. Podría volver a serlo, pero no sé si quiero. En realidad, quiero ser alguien que quiere ser otro, lo que no sé si quiero es quererlo, porque si ya es feo querer ser otro, querer ser alguien que quiere ser otro debe ser peor. Por eso no lo quiero querer.

Pero las ideas me devuelven siempre al mismo principio: ser lo que soy no es suficiente, necesito querer ser otra cosa. Lo que más quisiera es ser alguien que sabe qué quiere ser.

Crecí queriendo ser otro y ahora envejezco sin saber quién fui. Quisiera haberlo sabido antes, o haber tenido más tiempo para pensar. Ahora pienso que es inútil querer. Tanto lo pienso que ya no creo. O al menos creo que soy alguien que no cree.

Ya no quiero ser alguien que no cree.
Ya no creo ser alguien que no quiere.
Ya no soy.