lunes, 20 de marzo de 2006

Mute

Cuando Mauro les propuso a los chicos que salgan de Tucumán una semana, todos coincidieron en que era lo mejor para relajarse. San Martín había perdido los últimos tres partidos y tenían ganas de salir de putas o de viaje. Por alguna extraña razón eligieron conocer Catamarca a pasar esa noche con “las chicas de Carola”.
El Turco y Guille ya conocían la ciudad y tenían algunos amigos. Mauro manejaba el 128 y Mateo hacia de copiloto.
Todos sabían que el viaje iba a ser un poco duro, ninguno de ellos era una de esas personas que les gusta tirar conversaciones o contar chistes. Ellos eran cuatro carilargas que sólo iban a la cancha y a las putas. No tenían ninguna opinión de ningún tema, ni gustos musicales. Pero así se entendían, y se respetaban.
El Turco, de vez en cuando, veía una película o charlaba de política un rato con su otro grupo de amigos.

En algún lugar de la carretera frenaron a mear. El Turco se dio cuenta que Mateo estaba raro, más allá de la depresión que todos tenían, Mateo estaba nervioso.
-¿Te pasa algo, boludo?- le preguntó el Turco sin pensar demasiado en la respuesta, casi como una formalidad.
-No, estoy bien. Esta racha me tiene preocupado, nada más - respondió Mateo mientras terminaba de mear.
El Turco se dio cuenta de que no era ese su único problema, pero lo dejó tranquilo y se acercó al auto.
-¿Un matecito, Turco?- le ofreció Guille.
-No, gracias. Sigamos un poco más, ya tomamos una coca en la próxima estación de servicio.- dijo el Turco.
Mauro encendió el auto y siguieron por la ruta. El camino parecía eterno y el silencio no ayudaba. El único sonido que se sentía era el del baúl que no cerraba del todo


A mitad del camino Mateo empezó a hablar un poco:
-De verdad chicos, yo valoro mucho nuestra amistad -explicó mientras se rascaba la cabeza- Ustedes son como mi familia.
Los chicos empezaron a mirar raro, no era para nada común en el este tipo de actitud, en realidad, en ninguno de ellos. Es más, todos se pusieron a pensar que nunca se decían lo que sentían.
-No te pongás sentimental, boludito!- respondió el Turco en tono de broma - ¿O necesitás que te digamos que te queremos?
Emitieron algunas carcajadas y Guille le palmeó un poquito el hombro desde atrás.
-Tengo que decirles algo chicos-, insistió Mateo.
Mauro empezó a prestar más atención a la conversación y se tragó un pozo de la ruta.
-Yo nunca les quise decir a ustedes, pero esto es muy importante para todos.- dijo Mateo con una cierta inseguridad.
-¿Qué te pasa, loco? Contá.- respondió preocupado Guille.
-Yo, en realidad, soy hincha del Atlético.- dijo intranquilo - Siempre lo fui.

Guille se agarró la cabeza como si hubiera escuchado la mas grande de las traiciones. El auto pasó de estar silencioso a estar en “mute”.
Mauro, en cambio, parecía tranquilo, pero también parecía pelotudo. No había ninguna cosa que le pudiera importar más que ésto. Mientras miraba por el retrovisor y se rascaba la barba, tiró la mitad del cigarrillo encendido por la ventanilla y frenó de a poco el auto.
-Bajate Mateo, por favor.- dijo Mauro con mucha convicción.
-¡No seas boludo Mauro!- Protestó el Turco.- No lo podés dejar acá, en el medio de la nada.
Guille se quedó mudo y agachó la cabeza. Mateo entendía la situación y de algún modo sentía que se lo merecía.
-Dejá Turquito, está bien- dijo Mateo mientras abría la puerta despacio.


Los miró fijamente a todos y se bajó. Tal vez cuando vuelvan no estén tan calientes. Nunca fue muy bueno para hacer amigos.